Hay veces en que recurro a la violencia para hacerlo parte del quehacer nacional, necesito sentirlo en la recurrencia de mis calles, en mis transbordos, en mi brutal necesidad de arrojo, y el espera que (yo) vuelva, acariciando cualquier otra cosa mientras mira de espaldas al país.
Hemos permitido que se cuele una cantidad enorme y peligrosa de sinsabores
y sin embargo presentamos idénticas características composicionales, las manchas, las deformidades, lo anacrónico que resulta tocarnos las manos, cuando hay tanto material que se desprende de nuestro cuerpo, y que marca el camino de vuelta, cuando nos perdemos por los bosques que circundan la parcela.
Él se ha dedicado a memorizarme completamente.
Hace esfuerzos tremendos por reproducirme idéntico en su cabeza
y no logra dejar de parcelar por pedazos mi imagen llevando sólo la zona de mis ojos, iluminados por la ventana en la mañana, a su cabeza.
Hace tiempo no nos vemos con los ojos abiertos.
Nos mantuvimos en un relevo innecesario, escondidos durante horas en diferentes comunas.
La gente comenzó a morir de manera paulatina y permanecimos, siempre, subyugados el uno del otro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario