He permanecido bajo el agua durante al menos dos década y aún soy incapaz de conocer meticulosamente el movimiento de la luz reflectada en mis rodillas. Sigamos así, estáticos, convertidos en una maraña de enajenamiento y de irreverencia, hasta que seamos parte de este líquido y podamos fluir, cada uno por su cauce, hasta el otro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario