Cargaré el espacio vacío de mi útero con una bomba que alcance, por lo menos, un radio de 10 metros. Iré, con la bomba adentro, incrustada, al palacio de gobierno. cuando esté cerca de las autoridades les diré que necesito parir, y cuando me presten la ayuda pertinente explotaremos todos, y pintaremos de rojo las murallas trasnochadas de la moneda, sólo para darle una nueva significación al nacimiento, y dejar una mancha indeleble que les recuerde, a todos los que caminan con corbatas carísimas y se van después del ajetreo de oficina al templo opus-dei, que somos varias las que hemos muerto, con un bebé incrustado, en el cuerpo, detrás del ombligo, en una clínica clandestina, llena de mucosidades, en la periferia de la patria.
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