hace poco que tengo la capacidad de somatizarlo todo, como si quisiera que se hicieran patente marcas y mordiscos y lesiones descuidadas, hace siglos atrás, infectadas de tanto tedio y de tanto encierro y de tanto cigarro que se termina condensando detrás de las murallas, hay cárceles debajo de mi cama y sobre ella no hay nada mas que racimos de ternura destruida y de comida en descomposición. A veces, de sorpresa, se meten las polillas y entonces tengo algo de que hablar y entonces tengo emociones intensas y entonces surgen cuestionamientos fundamentales y de ellos cuestionarios por aprender sobre las relación entre el cuerpo y la absorción.
Los niños murieron todos hace tiempo y ya nadie los quiere recordar, nadie sabe que existieron los niños y que las niñas los molestaban y que les lanzaban tijeras y relojes y que no había donde esconderse en esos tiempos. Los niños murieron y no importaba que sus cuerpos permanecieran colgados boca a bajo de los árboles y que las hormiguitas los usaran para escalar hasta arriba y poder robarse las hojas y los peñiscos de piel que quisieran. Los niños son de utilidad pública, un lugar para derrumbarse.
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